lunes, 27 de diciembre de 2010

lo digo yo, lo decis vos

No es algo que escribí yo, pero muchas veces las canciones hablan por mí, o simplemente me gustan, como cualquier poesía o libro. No digo que esta sea una traducción fidedigna de la canción, simplemente es mi interpretación.

Esta es mi cara, cubierta de pecas con algún que otro lunar y algunas venas.
Este es mi cuerpo, cubierto de piel, aunque no podés verlo por completo.
Y esta es mi mente, que repite una y otra vez las mismas líneas.
Y este es mi cerebro, cuyos torturantes y analíticos pensamientos me vuelven loca.

Y uso enjuague bucal,
y a veces hilo dental.
Tengo una familia
y tomo mucho té.

Tengo veredas nostálgicas,
tengo caras familiares.
Tengo una memoria confundida
y tengo lugares favoritos.

Y canto ‘oh oh’ los viernes a la noche y espero que todo esté bien.

Esta es mi cara, tengo cientos de opiniones y no el tiempo para explicarlas.
Y este es mi cuerpo, y no importa cuanto intentes dejarlo inválido, va a seguir estando ahí.
Y esta es mi mente y aunque intentes infringirla no podes restringirla.
Y este es mi cerebro, y aún si intentás y me retenés no vas a ganar nada.

Porque uso enjuague bucal,
y a veces hilo dental.
Tengo una familia
y tomo mucho té.

Pueden verla y escucharla si hacen click acá :)

sábado, 25 de diciembre de 2010

Inspiracion y Tiempo




La velocidad me ciega pero hoy, esta tarde noche, puedo ser la observadora. Noto que los días suelen pasar como centellas fugaces junto a mi.
Hago un pequeño pero fundamental stop en la ruta. Me detengo, bajo del vehículo porteño, inclino suavemente el mentón hacia el cielo y coloco cómoda y sublime mi mirada sobre la ruta, extiendo los brazos junto con mis piernas y cada partícula de mis dedos, me desperezo para llenar mis pulmones con cada miligramo de aire flotante. Inspiro.
No los veo, son solo un hilo de color que desaparece en un instante. Pasan volando como en jet y dejan marañas en mi pelo y ropas. Pero si puedo ver el ahora, la descripción de este momento y el recuerdo que me trae cada detalle de mi cuarto, cada objeto con una historia, cada cosa con una huella de mi.
Me gustaría desvanecerme como la esencia que emana el calor de este aroma. No porque quiera desaparecer, sino porque quiero estar mas presente que nunca, mezclarme con el aire. Tubos de caña cascabelean percusiones en la atmosfera. La luz amarilla acompaña mi tinta azul, una energía vital y natural que arde como mi corazón. Objetos que llaman mi atención y preguntas con memorias de amnesias ¿Cuántas veces de chica me abre sentado en esta pequeña sillita de madera y mimbre? Me pregunto mientras miro mi historia en poesía, escrita en docenas de cuadernos rojos con lunares, verdes con hojas, grises con paisajes, violetas, mariposas.
Es un stop en el tiempo. Relajación de una luz que masajea mi muñeca, subiendo por mi brazo a mi cabeza, me detiene, me despierta.
Y es en ese exceso de percepciones cuando mis dedos se vuelven inquietos buscando estallar los chorros de tinta, la negra carbonilla, tal vez cuerdas deliciosas o pintura multicolor. La elección dependerá de los antojos que despierte esta naciente musa risueña, que encuentra en los momentos menos esperados la inspiración añorada por mis ansiosas manos.


Actualmente la velocidad en que nos movemos es tan fugaz como esos meteoritos que pasan rozando nuestro cielo y luego desaparecen en el infinito. Nuestra concepción de la vida esta mas allá que regulada por ciclos naturales y el reloj no ha sido mas que su maestro. Ese tic tac nos ha impuesto una nueva percepción acerca de la realidad y en este contexto del que tanto han hablado Thompson y Adorno, es que sumerjo mi curiosidad y establezco su relación con esta femenina esquiva que muchos idolatran y de la cual muchos viven: la inspiración en el arte. Y mi curiosidad me lleva a replantearme su real existencia como cualidad comparable a la de una musa inspiradora, a la de un ente celestial, que de manera involuntaria visita nuestra puerta artística.
Es indudable que este tipo de creatividad espontanea existe en el arte. Días en los que, sin saber porqué, aparece un disparador enmascarado que te empuja a una explosión artística. Muchos la encuentran en un estado constante de reflexión; pero antes de llegar a esa instancia se asume una mirada exótica sobre las cosas que pasan a nuestro alrededor, pero no una mirada cualquiera sino una más curiosa y sutilmente llamada “el arte de mirar”. Situarse ahí en las cosas simples donde suceden las grandes historias y volver a mirar lo que parece obvio para inspirarnos y crear.
De esta forma la invocación de la musa es fundamentalmente un viaje. Un viaje a través de una mirada externa pero principalmente un viaje interno. Ya que, como señala Celia Güichal,(1) “el viaje inmediatamente convoca a una constelación de imágenes y de palabras afines: mapa, territorio, camino, exploración, búsqueda, aventura, descubrimiento… y algo empieza a moverse, o a querer moverse.” Sin duda la inspiración que nos motiva a crear un hecho artístico esta relacionada con ese tipo de movimiento del que habla Güichal porque implica la acción de algo, la acción de crear. La invocación implica un viaje interno porque la manera de conocernos mejor es a través del viaje externo, es decir, para conocernos mejor, para reflexionar de manera interna sobre las cosas, primeramente debemos conocer al otro, cruzar una frontera, detenernos y observar. Se trata de movernos pero con lentitud y espera.

Visto de esta forma pareciese que el momento de la búsqueda de inspiración es el último recurso para situarse fuera de la lógica de la inmediatez que nos obliga a transitar el sistema en el que vivimos. Como dirían los italianos: dolce far niente.
De alguna manera esta búsqueda siempre esta regulada por nuestros cambios de ánimo pero la mayoría de las veces la inspiración no aparece naturalmente sino que es obligada y forzada a hacer presencia. No disfrutamos cada momento de producción sino que la aceleramos en términos cuantitativos y límites temporales de exposición. Todos hemos pasado por esos baches creativos en donde nada nuevo parece salir y a medida que pasa el tiempo estipulado de creación, nos vamos poniendo neuróticos por la falta de ideas. Esta es una realidad y afirmo con certeza que todos hemos sufrido de vez en cuando (y seguimos sufriendo) este problema. La falta de tiempo nos estresa y el tic tac del reloj vuelve a aparecer con su concepción del tiempo para darle una puñalada a la creatividad. El artista de estos tiempos es un sentenciado por su propio tiempo. Similar a la producción en una fábrica, todo debe estar empaquetado y resuelto en el trascurso de unos x días: ya sea una pintura, una obra de teatro, la composición de un tema musical o la escritura de un cuento o ensayo. Es un recorrido de apariencias, con tiempos acotados de antemano y de un viaje ficticio. En donde el resultado puede o no ser apreciado como la “gran obra de arte” para un tercero pero que para el artista no ha sido más que un entretenimiento sin placer ni aprendizaje. Un viaje externo sin un viaje interno. Como dice el cronista Martin Caparros (2) “Se establece un tiempo especifico, distinto del habitual, que no es el tiempo de la vida, para recorrer lugares que no tienen para el viajero mas realidad que la de ese periodo acotado y su recuerdo: que volverán a la inexistencia una vez abandonados.”
Parece no existir salida de este mundo en donde la lógica de la novedad, el lucro, el ahorro y la velocidad marcan el ritmo.
Somos prisioneros de una cárcel de tiempo custodiada por un guardia de nombre sistema, y nuevamente, nada mas ni nada menos, que el arte mediante su secuas la inspiración será quien nos marque el pequeñas salidas de escapatoria. Como dice Marcuse (3)”El arte es el escape de los rebeldes”.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Reflexiones sobre la tela

2 elefantes se columpiaban sobre la tela de una araña, como veían que resistía fueron a llamar a otro elefante.

¿Por qué los 2 elefantes no podían pasarla bien solos? ¿Habrán sido una pareja? ¿Habrán sido parientes?. ¿De donde conocían tantos elefantes? ¿Por qué no llamaron a otras especies de animales?. Y si ellos estaban en la telaraña, la dueña y creadora de la misma ¿dónde estaba? ¿Será que eran amigos? ¿Será que la alquilaron? ¿O será que la araña se fue de vacaciones y ellos simplemente ocuparon la tela?. ¿Lo único que hacían los elefantes era columpiarse y llamar a otros elefantes? ¿Con qué finalidad?.

Yo creo que el autor de esta maravillosa canción nos dejó una obra incompleta que debe ser finalizada. O a lo mejor su intención era crear interés a través de las cosas que no se cuentan, para que todo aquel que la oiga pueda crear su propia hipótesis. De esta forma todos seriamos co-autores junto con él.



Personalmente creo que los elefantes iniciales eran 2 amigos que la pasaban bien columpiándose. De pronto se aburrieron y descubrieron que eso solo no era suficiente, por eso decidieron llamar a otros. El tercero trajo música. El cuarto trajo pizzas. El quinto no tuvo tiempo de conseguir nada pero trajo su simpática personalidad. La sexta trajo algo para tomar y enseguida llamó a su amiga, la séptima, porque tenía miedo de estar sola con 5 elefantes en una telaraña. La octava llevó sus cigarrillos. El noveno llevó unas hierbas exóticas que crecían en su jardín. El décimo casi se pierde en el viaje pero llegó, él era especial, yo sé que lo era.

Todos reían, se columpiaban aún más fuerte y volvían a reír. Muchos comían y debido a las sacudidas vomitaban, pero al poco tiempo ya se sentían bien. Había luces de colores, los mismos elefantes eran de colores. Algunos volaban, alto, muy alto y descendían para columpiarse otra vez. Todos la pasaban bien aunque con el paso del tiempo tuvieron que dejar de llamar a otros elefantes porque no había más lugar. Obviamente la tela podía resistir porque era de buena calidad, pero tanto roce entre elefantes podía producir problemas.

Bailaban, cantaban, volvían a bailar y se sacudían. Saltaban, se abrazaban.
Algunos comían las hierbas, otros las tomaban como infusión, otros las fumaban.
Hacía calor, por eso tomaban mucho líquido. Con sus trompas se salpicaban los unos a los otros para mantenerse cómodos.
Cuando alguno pensaba en bajar de la tela al momento era convencido de lo contrario. Hasta pensaron en formar una ciudad propia sobre la tela. Una comunidad, la “Comunidad de los elefantes de la tela”. Se gobernarían a sí mismos y vivirían felices columpiándose por siempre, siempre, siempre.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Hombre que mira el techo

Siempre hay una jornada fuera de serie
en que uno logra sentirse sereno
pero está lejos de ser una canonjía
ya que la serenidad no es el mejor
de los estados posibles e imposibles

hoy por ejemplo tomo distancia
con respecto a las cosas y a mi mismo
y no por eso echo al olvido
qué joda era qué bueno era
estar adentro del entrevero

después de todo la famosa
serenidad es una isla
autorizada comonó
y legal
aunque rodeada inexorablemente
por emociones clandestinas

todavía me siento un poco incómodo
en mis primicias de sereno
como quien entra en un traje nuevo
que tiene bajas las hombreras

pero el cuerpo y el alma son
animalitos de costumbres
mañana la incomodida
será menor y en pocos días
me habré habituado a estar sereno

eso me llena a veces de alegría
es claro que se trata de una alegría serena
y en consecuencia uno no sale a dar abrazos
ni pega gritos ni le canta al cielo
a lo sumo archiva caricias y otros prólogos
por estricto orden cronológico

también llega a invadirme el desconsuelo
pero se trata de un sereno desconsuelo
y por lo tanto nadie solloza
ni dice mierda
ni putea

sencillamente como un modesto mago
de rojo circo de domingo
o de feria
tomo los naipes del amor
los barajo con parsimonia
y en las narices del viejo público
que es como hacerlo en mis narices
mágicamente los transformo
en nuevos naipes de amistad

lo único extraño viene a la noche
pues se presume que un sereno
ha de dormir serenamente
pero yo paso horas y horas
mirando el techo

o sea que
no sé hasta cuando estaré sereno
porque la calma ya no da abasto

hay que confiar y yo confio
que no hay mal que dure
cien años

Mario benedetti

domingo, 24 de octubre de 2010

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Capítulo Uno

Rafaella mira por la ventana. Está sentada en la vieja silla hamaca mirando como caen las gotas de lluvia desde ese quinto piso, para finalizar en un estallido conjunto, que ella, serena, escucha como resoluciones de un perfecto arreglo sinfónico. Mira la ventana porque la lluvia la moviliza. Ese fenómeno natural e inevitable, tan típico, y con tanta fuerza como para hacerse protagonista, parte de la escena porteña. Los gotones estrolados contra el asfalto se unen al ruido de los autos que mueven las aguas para circular por las calles, mientras el vecino, que camina apurado y sin mirar porque no lleva consigo un paraguas, pisa una baldosa floja y empapa sus pantalones, a lo que sigue una puteada y un acelere del paso, quedando el charco atrás. Luego se suman el chillido de una ambulancia, el pánico colectivo de un accidente fatal de tránsito, y una paloma que se hospeda en la esquina del gran ventanal en resguardo del agua. La ciudad sigue su movimiento, en conflicto con la lluvia que llegó para molestar hasta cansarse. Ninguna de las dos parece adaptarse y aumenta cada vez más la tensión. Qué ciudad fantástica, piensa, la incomparable Buenos Aires.
Esa lluvia es ideal para un día como hoy, primer aniversario de la muerte de la abuela Ada y día en que se dispone, entre el recuerdo y el duelo, a trabajar con los tangos que le tocan cantar la semana próxima en un anfiteatro. Esta noche va a ir a ver a Mederos en el 25 de Mayo, quien abre el festival, y ella, que lo cierra, todavía no sabe bien qué va a cantar, ni dónde, ni cómo.
Le divierte la ventana. Es un buen comienzo para esa mañana, una conexión con la dimensión en la que necesita obligadamente entrar: la urbe, la gente, ese ritmo de vida agotador, los mitos y leyendas que por allí se esconden y las historias que en ese mismo instante están plasmándose en ese pasado común, las cosas de las que habla el tango, la mística de la ciudad capital. Y hoy sábado 14 de agosto, encuentra como por arte de magia el puente hacia el mundo del tango con el festival y mundial dando sus inicios, con el recuerdo de Abó Ada y sus raíces migratorias, y con esa tormenta del otro lado de su ventana, que pone en evidencia el funcionamiento de la vida porteña, y su inevitable sometimiento a la naturaleza.

“Rara,
como encendida,
te hallé lloviendo,
linda y fatal...”

martes, 7 de septiembre de 2010

Nosotros sí somos heroes


Su cerebro estaba recargado, saturado. Más que pensar, sentía. Los minutos morían con cada paso de la espiral de tiempo que hilaba nuevas esperas en su muñeca. Más que pensar, sentía. Pasarse de la raya al tumulto de materia gris la precipitaría a la cobardía. Así que mira al mundo a través de los cristales de esta fiera de metal para que el vaivén la sumerja en sueños que distraigan a la mancha de polvo amenazante que vacila en acercarse a la fisura en su retrato. Fisura causada por la muerte de los minutos.

Para poder elevar mi alma al mundo de los inmortales debía superar los obstáculos y llegar a tiempo al paraíso de los iluminados antes de la puesta de sol. Sabia que no sería una tarea fácil pero debía demostrarles que se equivocaban. Mi esfuerzo sí valdría la pena.
Tomé mi cantimplora, mi sombrero y mi morral para emprender el largo viaje. Tomé coraje, bajé el cierre y salí de mi refugio. Observé a mí alrededor y noté que la mañana no me acompañaba en sentimientos. El cielo estaba nublado y formaba una gran sombra sobre la selva.
De repente escuché sigilosas pisadas atrás mío. Volteé para mirar y la vegetación se corrió para descubrir al primer ser extraño del día. Tenía el aspecto de un niño de ocho años pero no lo era, sino que me visitaba una de esas criaturas de la selva que guían a los viajeros a cambio de favores. Se movía velozmente y divertido a mí alrededor como si hubiera ingerido miles de energizantes.
- Hola ¿Cómo estas? ¿Así que te diriges al paraíso de los iluminados? ¿Cómo te llamas? ¿De donde sos? ¿Es esto un juguete? –
Inspeccionaba mi cantimplora como si fuera un larga vista y hablaba tan rápido que desorientaba.
- No es un juguete. – Se lo retiro de las manos luego de ver un ágil movimiento de martillo. – Y sí, me dirijo hacia allá ¿Cómo lo sabes? ¿Cuál es tu nombre?-
- Vos sabes que yo se todo y tengo muchos nombres, puedes llamarme como quieras.-
- Entonces ¿Me dirás como llegar?- Extendió la mano con cara de inocencia y miró para abajo. Yo le acerque mis últimos caramelos de cereza.
- De acuerdo. – Los tomó y devoró. – Yo te guiaré en tu recorrido. Hasta luego. – Y de la nada se esfumó.
- ¡Se suponía que ibas a ayudarme! – Me encontré solo gritándole a la selva. No podía creerlo, me había estafado.
Con mi machete fui haciéndome paso entre la maleza. El calor era incesante, mi sudor caía rápidamente por mi frente y no faltaban las paradas en las que mis dudas empujaban mi cuerpo a retroceder. Pero había algo en mí que no me dejaba y seguía adelante por algo que a simple vista parecía involuntario. Al pasar las horas me dí cuenta que nunca llegaría a tiempo si seguía a pie.
- Es por el otro lado. – Dijo una voz a mi oído. El niño volvió a aparecer.
- Claro que no. Tengo que seguir al sol. –
- Solo echa un vistazo. –
- Un vistazo ¿Para qué? ¿Cómo confiar luego de que devoraste mi alimento y desapareciste? Se suponía que tu especie no mentía. –
- Y no lo hacemos, dije que te ayudaría y eso hago. Hecha un vistazo. –
Algo en mi instinto me dijo que era sincero. Luego de un par de metros llegué a una pradera y en ella pastaba el caballo más hermoso que jamás haya visto. Su pelaje era dorado y su presencia imponente. Si lograba montarlo podría llegar a tiempo. Pero el potro tenía su orgullo y se empecinaba en ser libre, hasta que finalmente lo logré. Mi pelo era una ola atrás de mi cabeza, mis ojos apenas podían entreabrirse y la selva era solo un reflejo de materia verde a la distancia que al final se ausentaba para dar paso a la playa y al fin al puerto en la distancia.
- Suerte. – escuche su vocecita por ultima vez en mi oído.
Estaba repleto de gente pero no se oía ninguna muchedumbre. Todos eran indiferentes y silenciosos. El único sonido posible era el rozar del viento con las inmensas velas, tan altas como un edificio de diez pisos. Todos tenían una expresión de distracción y simple indiferencia hacia los demás seres, como si no se percataran de estar acompañados. Para no cortar con el “espíritu” del ambiente los imité. De repente una voz poderosa grito – ¡Leven anclas! – Era el capitán. Era él. No podía creer que fuera él el capitán de la nave. Rodrigo había sido mi compañero en muchas otras excursiones y aventuras. Siempre lo compartíamos todo, siempre enamorada de él en silencio. Pero luego de que lo trasfirieran nunca más lo había podido ver. Encontrarlo en estos momentos fue un soplo de esperanza a mi corazón, algo en mi me decía que lo lograría.
El viaje llevaba solo unos pocos minutos en alta mar cuando algo sacudió el barco desde las profundidades del océano. El capitán me miró con ojos asustados, me ocultó detrás de una escalera y corrió al timón para corregir la dirección y esperar lo peor. Mis ojos no podían creerlo. Era inmensa, aterradora y bella al mimo tiempo. Se elevo muy por encima de las velas liberando un sonido aturdidor que jamás había escuchado antes. Una helada brisa invadió todo mi cuerpo y algo me ato al piso sumergiéndome en mis propios abrazos. El monstruo que parecía una serpiente gigante agitó el barco una vez más antes de sumergirse. En ese momento intente correr a los brazos de Rodrigo pero resbale y caí por la escalera. Lo último que recuerdo fue la voz de mi capitán gritando mi nombre.
Desperté mareada y aturdida. Me tomó unos largos segundos recordar lo que sucedió y por ende tomar conciencia de donde estaba. Lo primero que vi fue un cielo tormentoso sobre mí ser. Sentí arena bajo mis maltratados brazos. Me levante lentamente y vi a un mar feroz que amenazaba con tragar la playa en cada ola. No sabía donde estaba el barco, no sabía donde estaba Rodrigo ni los demás pasajeros, temía lo peor pero no quería pensar, solo sabía que finalmente había llegado a la isla.
El tiempo se agotaba. Corría en dirección recta, sin conocer el camino, sin tener una guía. Mi cuerpo parecía derrotado pero ya estaba en este lugar asi que tome mayor velocidad. En medio de esa selva oscura, pude divisar la inmensa cueva que dictaría mi sentencia. Me tomé unos segundos y me acerqué con toda seguridad a paso lento.
- Debes de ser muy valiente por haber llegado hasta acá.- Me dijo una voz que surgía como eco desde las entrañas de la cueva. – Sabes que hay un precio para la inmortalidad y convivir con los iluminados. – Mientras decía estas palabras delante mío se mostraban como en un proyector los diferentes rincones del paraíso: jardines llenos de diferentes flores, árboles a la distancia, sierras envueltas en el más sublime verde y cascadas por doquier que brillaban con el resplandor de un despejado día. - Podrías ganar pero si te equivocas terminarías por caer en el mundo de los desdichados. – El piso fue cayendo bajo mis pies como holograma. Esta vez no había flores ni cascadas, sino gente gritando e intentando agarrar mis piernas para salvarse de las ardientes llamas. Sus gritos me sumergieron en el terror pero al poco tiempo supere mi cobardía.- Tu enigma es el siguiente…

Tomó conciencia cuando una mezcla de ansiedad y adrenalina la hicieron bajar de las nubes para caer como rayo al mundo de los vivos. Despertaba desorientada. Tuvo miedo en una fracción de segundo por la posibilidad de haberse pasado de lugar en el espacio. Decir no con énfasis era una expresión parecida a su inspección del lugar. Dejó atrás el sobresalto y resopló tranquila en un rincón.
La costumbre de la llegada tarde es la peor carcelera para los nervios. Y estas neuronas habían pasado por una sobrecarga eléctrica tan fuerte que el viaje de hace unos minutos se veía reflejado en sus hombros. Ese reflejo la dibujaba a ella tomando coraje para abrir la puerta de salida al exterior, su punto de partida; caminando dudosa al lado de un miedo infantil que la perseguía; llegando a la parada para esperar el nuevo colectivo 203 dorado, el cual parecía no querer asomarse; pisando firme en la estación de tren junto con gente de rostros desanimados. Sólo el rostro de Rodrigo, su ex compañero encontrado entre la multitud, parecía caído del cielo luego de que su espíritu se empezara a doblegar ante la cobardía. Alguien que sabe que muere, muere doblemente. Él parecía un farol ante la oscuridad que imponía las sombras de las nubes de esta mañana. Él iluminaba los escalones de la gran chatarra mecánica a la cual temía abordar. Tiempo después un personaje de rostro desanimado cae, no estaba en estado crítico pero sí estaba herido, era un accidente que tomaría unos largos minutos solucionar. Sobre el hombro de su ex amigo de aventuras ella perdió la conciencia tan profundamente que no sintió el rozar de sus labios en su frente como señal de despedida.
Y ahora que abrió los ojos “Ortiz” decía el cartel que la acercaba cada vez más al territorio de los desafíos intelectuales. Saltó fuera de la fiera de metal para jugar una carrera contra la hilacha de tiempo que quedaba. “Tarde” dictaría una sentencia pronunciada por el eco de una voz sabia dentro de la inmensidad de la sala. La hoja y la birome no fueron sus herramientas aliadas y el fracaso sería su inminencia. Un año más de cultivo obligatorio para llegar a la victoria. Un año más de prisión intelectual, aun había mucho que aprender en la universidad.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Sintomas

Caminaba ligero y con urgencia. No habia tenido contacto directo pero su mente tenia el poder de manifestar en su cuerpo una recaida. Hipocondriaca. Sabía que le recomendarían reposo pero se negaba a oir consejos de expertos. Por lo tanto deposito sus ancias en un nudo de garganta. Hasta que finalmente su calor la hizo flaquear y con desesperacion desidio recurrir con emergencia a depositar su dolor en alguna alma solidaria que pudiera entenderla.
Ella ya me habia confesado que esa tarde noche de verano no habia tenido contacto directo. No lo habia visto pero sabia que estaba en alguno de los rincones de esos pasillos. Ella imaginaba que podria estar haciendo él. Tal vez merodeaba el subsuelo o la terraza, estaba en el ascensor o en el parque. Esa tarde no lo vio, esa noche o lo vio, pero ella sabia que él estaba ahi. A los pocos minutos comenzaron los sintomas. Se hiperventiló con gotas de vertigo en cada latido de corazon. Esas fueron las sustancias que componian la inyeccion de hoy la cual golpeaba su pecho camino a una clinica de adrenalina. Que mezcla tan extraña, la de euforia con angustia, la de nervios con calma. Un shock de electricidad fluia por sus venas que se comparaba con el falso contacto de los clables de las luces del pasillo. Lamparas que oscilaban entre la oscuridad y la luz blanca.
Necesitaba que alguien le recetara placebos de morfina que la encendieran para que pudiera descender. Estaba muy alto y el motor de sangre comenzaba a doler. Convulsiones en sus dedos desgarraban sus uñas y en torvellinos instantaneos hundian sus ojos. Dormir sería un buen remedio pero la cura estaba ligada al pasado. Un pasado en donde un cambio de lugar y tiempo podría hacer que en el presente ella no lo extrañara, ella no lo deseara. Una maquina de tiempo podría arrancar de su sangre esta rara mezcla de venenos. Pero ese tipo de solucion aun no fue hayada.
Tomaria el remedio para que bajen los sintomas aunque eso implique la proyeccion de imagenes turbias que violarian su mente y darian otro diagnostico a la mañana siguiente. Tomaria este remedio porque la medicina alternativa que le recomendaria acercarse a él, por el momento no seria posible. Esta demasiado grave y ya es demasiado tarde. Pero quien sabe la tecnologia capaz encuentre una cura definitiva.

jueves, 8 de julio de 2010

Encierros

Las calles se ven iguales esta noche fría de un 6 de Julio de 1989. Los peatones y choferes de vehículos diversos recorren las calles de Buenos Aires indiferentes a lo sucedido esa tarde. Rodolfo se extraña ante un sentimiento de alivio y de tristeza. Se sumerge en la nostalgia de pensar que a nadie le importa. Mira a través de sus anteojos con rabia a los transeúntes de vidas cotidianas desde ese balcón del piso 7.
Se escuchan las noticias del televisor como música de fondo hace aproximadamente una hora mientras deja que se consuman solos un cigarrillo tras otro. Pasan las horas y no puede dormir, siente que en cualquier momento lo vienen a buscar. Se sienta en el sillón roto y duro del viejo departamento de su madre muerta, al cual solía ir los fines de semanas, y observa su alrededor iluminado solo por la luz azul del televisor que seguía pasando las noticias. Ropa tirada por toda la habitación, un escritorio es el protagonista de la sala, no por su belleza sino por su desorden. Repleto de esas cosas que uno trae de la calle y nunca se decide tirar. Papeles, documentos y miles de libros se asoman desde un maletín viejo y a un costado estaba el libro. Su tapa blanda de color negro asomaba la cabeza de una serpiente, que enrollaba una hermosa rosa roja, amenazada por la espada que blandía un fénix. La imagen bizarra lo destacaba del montón de libros serios que solía leer habitualmente. Lo agarra y se dirige al bar de la esquina que estaba casi vacío por ser día de semana. Pide una botella de ginebra y sentado en esa cómoda silla de cuero lo investiga. Una rosa seca era usada como señalador. En ese instante sonríe. Ella era delicada y femenina hasta en su manera de leer. Entre trago y trago va perdiendo lucidez.

Parece de noche pero no lo es, tampoco se sabe si es de día afuera. Es el tiempo del no tiempo el espacio del no espacio. Rodolfo esta derechamente sentado en una caja de madera negra, mira hacia delante como si no observara nada pero a mismo tiempo lo mirase todo, esa cara que la gente suele poner cuando viaja en colectivo y mira por la ventanilla a la gente pasar. Aparece Jimena vestida con un vestido simple de color verde agua, lo único de color en esta sala oscura. Ella, de pelo castaño claro y de mirada penetrante por unos ojos grandes a razón de una nariz pequeña y fina, oscilaba entre una expresión muy fría y otra piadosa. Manteniendo distancia lo interroga:
- ¿Por qué lo hiciste?-
Rodolfo serio la mira por primera vez y le responde fríamente:
- No lo se.-
-¿Nunca lo pensaste?-
Al borde de la desesperación Rodolfo no le quiere gritar pero lo hace: -¡No lo se! Y aunque tuviera una respuesta ¿Qué es lo que buscas? Ya nada puede ser cambiado, las cosas son como son.-
Se aproxima un poco más y sentada en el suelo le habla con una voz más bondadosa:
-Solo intento entenderte. Intento saber como mi vida pasó a estar en tus manos en tan solo unos segundos. Como te convertiste en la persona más importante de mi vida.-
-Gracias por el honor. Pero me parece algo extraño que me consideres como tal. – Un momento de reflexión lo detiene unos segundos - ¿Te podes ir…? Tu simple presencia me tortura.-
-Sabes que podría hacerlo si realmente quisieras, sabes que es lo que yo mas quiero en este mundo pero decime ¿Es hora de que me vaya? ¿O hay que algo no te deja?-
Segundos de silencio, llenos de respuesta atraviesan el espacio tenso que los separa.
Él ya quebrado al fin encontró su voz y le es sincero.
- ¿Y qué quieres que te cuente? ¿Que cada vez que cruzaba esa puerta deseaba estar muerto por culpa tuya?
-Pero si yo nunca te hice nada.-
-Exactamente… nunca, nunca me hiciste nada. Dudo mucho que alguna vez te hayas preguntado mi nombre, aunque sea por simple curiosidad. Sabes lo doloroso que era tener que verte todos los días, saber sobre tu vida, saber sobre tus gustos, saber cual era tu perfume favorito porque lo llevabas siempre puesto, saber tu color preferido porque lo usabas en detalles pequeños como tus aros color cielo, o recordar una opinión que hayas echo sutilmente y amarte por haber pronunciado tu voz, y que vos nunca te hayas fijado siquiera en quien era yo. Ni siquiera mi nombre. Un fantasma. Eso no más. Trasparencia inmunda que recorría los pasillos en busca de la nada, porque el cariño ideal que buscaba no existía, era nada.
Me acuerdo de la primera vez que te ví. Tan hermosa con aroma a pétalos de flor. – Lo dice con una leve sonrisa y una mirada esperanzada-. Llevabas puesto un saco azul y unos jeans gastados. Tan rodeada de gente pero destacada entre la multitud, quizás por tu sonrisa o la manera que tenías de mover las manos cuando hablabas.
Nunca fui alguien importante en tu vida, nunca fui alguien en tu vida. – Lo dice serio - Pero ahora que lo decís, es cierto, en un segundo me transforme en el más importante de todos. Soy inigualable. Y ahí estaré con vos hasta el fin de los tiempos.
Con cara sebera. La piedad parece que quedo olvidada
-Me tengo que ir…
-¡No ahora no te vayas! ¿Me dejas así?
-Tengo que irme vos me lo permitís, aclaraste un poco mas las cosas, tenes que descansar para despertarte.
-Nos vemos a la noche… Rodolfo…-
La mira sorprendido, entre un querer gritarle palabras de odio y querer abrasarla con la mirada, pero la sorpresa no lo deja moverse y en medio de la oscuridad desaparece. El sufre en silencio.

Esa tarde fría de un 6 de Julio de 1989. Rodolfo sale del departamento más temprano de lo habitual. Olvido su maletín adentro pero hoy no importa. Llega temprano al igual que Jimena quien prefería llegar primero que nadie para poder tomarse su café con medialunas mientras leía algún libro de ficción sentada en los cómodos sillones del salón común. Rodolfo abre la puerta mientras ella perfeccionaba su pelo recogido con sus manos y un espejo. Se acerca a ella quien lo mira como esperando una consulta. El se da cuenta que nadie emite ningún sonido.
En las calles de Buenos Aires la gente pasa por las veredas, un joven en bicicleta es perseguido por los ladridos de un perro negro, los chicos salen de la escuela y se dirigen a sus casas, los autos corren, y el sol va cayendo. En las infinidades de todos esos sonidos de ciudad nadie escucha los gritos vacíos de tres puñaladas y el ruido de un espejo que se rompe.

jueves, 17 de junio de 2010

Amuse Bouches

"Nació el Floresta durante una tarde de otoño de 1988. Su madre la esperaba con ansias, su padre también. Tuvo una infancia con traumas escolares y momentos felices. Su adolescencia fue efervescente y dramática, trágica y emocionante, como debía ser. Llegó a la juventud con dudas, experiencias y sueños.
Aún hoy sigue buscando respuestas.
Aún hoy sigue aprendiendo.
Aún hoy sueña con que las cosas cambien."

Johana Palomé



"(...)Ya no escribo, no dibujo, no actúo, ni canto. Cambie la birome, la carbonilla, el cuaderno, el teatro y el micrófono por un despertador, un reloj, libros de diversas cátedras, un jefe, un sueldo y el infaltable transporte público como materiales tangibles de la obra de todos los días que represento en las cotidianas escenas del teatro de mi vida.
Pero siempre que puedo, siempre que mi alma parece que quiere salir de los límites del hueso y de la carne, me pego una escapada en los dias de ocio para que se abran telones de otros colores. Y asi no perder la costumbre de decir, cada vez que me mando una de las mías, las palabras celebres de mi abuelo “los artistas somos así”."

Valeria Ramirez



"De ninguna manera empezaría esta brevísima autobiogonía aquel 11 de agosto de 1989 a las 8 de la mañana. Y menos que menos poniendo el acento en la devota a quien debo mi nombre, bueno, el que me dicen. La verdad es que no tengo esa memoria, y entre más hondo escarbo para encontrar algún gran recuerdo de esos primeros días y de esa tierna infancia, más me pierdo en la duda de cuánto tiene de real y cuanto de invento. Así es que por esa razón, creo que soy desde que tengo conciencia, y creo que soy aquel conjunto de memorias, las verdaderas, las inventadas, las adaptadas por pura conveniencia, y las vergonzosas incontables. Eso soy yo, un sinnúmero de aventuras y viajes que, quien sabe si por pura casualidad o sin más remedio, me hacen estar hoy acá, consciente, viva, escribiendo lo que podría, por qué no, ser una brevísima historia sin fin."

Clara Cosentino




"Con sólo 6 años, a través de simples palabras sueltas aprendí a fantasear con nuevos mundos. Escribir se convirtió en algo de todos los días. (...)
A me media que escribía describía los cambios en la manera de pensar, descubrí lo importante que era el amor en mi vida, como se relaciona con todo lo que es el día a día, y cómo puede lastimar también.
Los años pasaron, y las amistades cambiaban con ellos, las elecciones, todo cambiaba, pero es el día de hoy en que cumplo mis 20 años, que sigo manteniendo un habito al cual nunca renuncié, contar siempre con la compañía de una hoja y un lápiz, y comenzar escribiendo mi nombre, mi segundo nombre, mi apellido y terminar escribiendo conclusiones que no sabía ni sospechaba que tenía."

Magalí Iglesias




"Desde el comienzo de los comienzos de mi relación con la escritura, puedo recordar allá por el año 1994, en la escuela primaria donde descubrí un hecho que marco mi relación con la escritura para siempre.
Simplemente me di cuenta lo difícil que era ser zurda. Puesto que hasta entonces no lo había notado. En cierto modo creo que por haber concurrido a un jardín donde el aprendizaje se ejercía por medio de actividades lúdicas. De manera que después de tantos juegos, dibujitos y del uso de crayones para escribir, mi pequeña vida tuvo que dar un paso muy grande, el de escribir con birome. Para colmo esa experiencia no fue algo que me resultara fácil, claro está, sobre todo siendo que mis nuevos compañeros ya escribían desde jardín de infantes.
Para ilustrar la odisea de arrastrar palabra por palabra con mi puño, el resultado más notable fue una caligrafía desastrosa, la letra inclinada y temblorosa. De modo similar las mangas azules de mi guardapolvo blanco y las manchas en mi cuaderno a lunares, eran una prueba que lo había intentado.
Después de unos años los ganchos de mi carpeta número tres, y la implementación de lapicera de pluma volvían mi tarea casi imposible. Está fue mi ida por el arte de la escritura, a pesar de todo aprendí a escribir. Vale aclarar que se solucionaron mis problemas de escritura, un tiempo después, cuando deje de escribir en imprenta minúscula y con la implementación de nuevas tecnologías.
En fin, la escritura atraviesa la vida de cualquier persona, hasta de las personas que no saben leer ni escribir, particularmente me queda un largo camino por recorrer casualmente estoy aquí en el taller de escritura de Ciencias de la Comunicación para reconciliarme con la escritura."

Maite Pierri.