miércoles, 17 de noviembre de 2010

Reflexiones sobre la tela

2 elefantes se columpiaban sobre la tela de una araña, como veían que resistía fueron a llamar a otro elefante.

¿Por qué los 2 elefantes no podían pasarla bien solos? ¿Habrán sido una pareja? ¿Habrán sido parientes?. ¿De donde conocían tantos elefantes? ¿Por qué no llamaron a otras especies de animales?. Y si ellos estaban en la telaraña, la dueña y creadora de la misma ¿dónde estaba? ¿Será que eran amigos? ¿Será que la alquilaron? ¿O será que la araña se fue de vacaciones y ellos simplemente ocuparon la tela?. ¿Lo único que hacían los elefantes era columpiarse y llamar a otros elefantes? ¿Con qué finalidad?.

Yo creo que el autor de esta maravillosa canción nos dejó una obra incompleta que debe ser finalizada. O a lo mejor su intención era crear interés a través de las cosas que no se cuentan, para que todo aquel que la oiga pueda crear su propia hipótesis. De esta forma todos seriamos co-autores junto con él.



Personalmente creo que los elefantes iniciales eran 2 amigos que la pasaban bien columpiándose. De pronto se aburrieron y descubrieron que eso solo no era suficiente, por eso decidieron llamar a otros. El tercero trajo música. El cuarto trajo pizzas. El quinto no tuvo tiempo de conseguir nada pero trajo su simpática personalidad. La sexta trajo algo para tomar y enseguida llamó a su amiga, la séptima, porque tenía miedo de estar sola con 5 elefantes en una telaraña. La octava llevó sus cigarrillos. El noveno llevó unas hierbas exóticas que crecían en su jardín. El décimo casi se pierde en el viaje pero llegó, él era especial, yo sé que lo era.

Todos reían, se columpiaban aún más fuerte y volvían a reír. Muchos comían y debido a las sacudidas vomitaban, pero al poco tiempo ya se sentían bien. Había luces de colores, los mismos elefantes eran de colores. Algunos volaban, alto, muy alto y descendían para columpiarse otra vez. Todos la pasaban bien aunque con el paso del tiempo tuvieron que dejar de llamar a otros elefantes porque no había más lugar. Obviamente la tela podía resistir porque era de buena calidad, pero tanto roce entre elefantes podía producir problemas.

Bailaban, cantaban, volvían a bailar y se sacudían. Saltaban, se abrazaban.
Algunos comían las hierbas, otros las tomaban como infusión, otros las fumaban.
Hacía calor, por eso tomaban mucho líquido. Con sus trompas se salpicaban los unos a los otros para mantenerse cómodos.
Cuando alguno pensaba en bajar de la tela al momento era convencido de lo contrario. Hasta pensaron en formar una ciudad propia sobre la tela. Una comunidad, la “Comunidad de los elefantes de la tela”. Se gobernarían a sí mismos y vivirían felices columpiándose por siempre, siempre, siempre.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Hombre que mira el techo

Siempre hay una jornada fuera de serie
en que uno logra sentirse sereno
pero está lejos de ser una canonjía
ya que la serenidad no es el mejor
de los estados posibles e imposibles

hoy por ejemplo tomo distancia
con respecto a las cosas y a mi mismo
y no por eso echo al olvido
qué joda era qué bueno era
estar adentro del entrevero

después de todo la famosa
serenidad es una isla
autorizada comonó
y legal
aunque rodeada inexorablemente
por emociones clandestinas

todavía me siento un poco incómodo
en mis primicias de sereno
como quien entra en un traje nuevo
que tiene bajas las hombreras

pero el cuerpo y el alma son
animalitos de costumbres
mañana la incomodida
será menor y en pocos días
me habré habituado a estar sereno

eso me llena a veces de alegría
es claro que se trata de una alegría serena
y en consecuencia uno no sale a dar abrazos
ni pega gritos ni le canta al cielo
a lo sumo archiva caricias y otros prólogos
por estricto orden cronológico

también llega a invadirme el desconsuelo
pero se trata de un sereno desconsuelo
y por lo tanto nadie solloza
ni dice mierda
ni putea

sencillamente como un modesto mago
de rojo circo de domingo
o de feria
tomo los naipes del amor
los barajo con parsimonia
y en las narices del viejo público
que es como hacerlo en mis narices
mágicamente los transformo
en nuevos naipes de amistad

lo único extraño viene a la noche
pues se presume que un sereno
ha de dormir serenamente
pero yo paso horas y horas
mirando el techo

o sea que
no sé hasta cuando estaré sereno
porque la calma ya no da abasto

hay que confiar y yo confio
que no hay mal que dure
cien años

Mario benedetti